El Papa en Pentecostés denuncia la actual forma de vida en la que se buscan soluciones rápidas: “una pastilla detrás de otra para seguir adelante, una emoción detrás de otra para sentirse vivos” y asegura que lo que necesitamos es el Espíritu: “es Él quien pone orden en el frenesí”.
El Papa Francisco celebra la Santa Misa en la solemnidad de Pentecostés en la Plaza de San Pedro y asegura que la historia de los discípulos, que parecía haber llegado a su final, es renovada por la juventud del Espíritu: “aquellos jóvenes que poseídos por la incertidumbre pensaban que habían llegado al final, fueron transformados por una alegría que los hizo renacer” y esta transformación es obra “del Espíritu Santo”.
Y es precisamente en torno a la tercera persona de la Trinidad que el Papa Francisco centró su homilía. Para el Papa, el Espíritu no es, como podría parecer, “algo abstracto” sino “la persona más concreta y más cercana que nos cambia la vida”. Y para corroborar esto, pide que nos fijemos en los apóstoles, a quienes el Espíritu no les facilitó la vida ni les realizó milagros espectaculares pero les trajo la armonía que les faltaba, “porque Él es armonía” dijo el Obispo de Roma.