Las largas jornadas de trabajo y el pluriempleo son  parte del día a día de cientos de periodistas que deben convertirse en pulpos para poder hacer frente a los compromisos  que tienen por delante, poniendo en riesgo su salud y la estabilidad del hogar.

Muchos salen al despuntar el sol y vuelven a sus casas cuando  ya se ha ocultado.

Es que la realidad cada día le da en la cara al periodista. Los sueldos que  pagan los medios de comunicación  no alcanzan a un reportero para r completar  el pago de  casa,  colegio de los pequeños y comida.

Marisol Mendoza es  reportera con veinte años de ejercicio. Ella es una muestra de cómo el pluriempleo   lleva a los periodistas a  poner en riesgo su salud.

Narra con nostalgia como  se perdió gran parte de la infancia de su pequeño Dorian, quien arriba a los 18 años.

Igual que Marisol, Paula Cabral tiene dos hijos trabaja en una entidad del gobierno y en un canal de televisión, incluso los domingo.

Se le ve a diario en su segunda jornada presionada,  yendo de un lugar a otro, apresurada, tratando agitada de completar su asignación para volver tan temprano como  se lo permita  la agenda que maneja.

Aunque es hombre y por ende se supone que sobre sus hombres pesan menos responsabilidades en el hogar, Wilkin de la Cruz  es un campeón del pluriempleo.

Es una realidad que le da todos los días en la cara, pero está consciente de que no puede renunciar al pluriempleo, porque es la única forma de estericar los chelitos para darles una mejor vida a sus hijos.

Es que a diario los periodistas dejamos nuestras huellas en el papel y la tinta, en el video y en la pantalla de un monitor, pero esa rutina agotadora de ir de un  trabajo para el otro para completar un salario se refleja de forma negativa en la  salud y en  la vida familiar.

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