El Congreso Mundial de Medio Ambiente junto al Congreso Mundial de Ecoturismo, ven con preocupación la situación que se presenta con el permafrost de la Tierra se está descongelando, y las comunidades indígenas del Ártico y científicos de todo el mundo reclaman que esta alarmante pérdida de hielo terrestre reciba la atención mundial.

Este deshielo reconfigura los paisajes, desplaza a pueblos enteros y perturba los frágiles hábitats de los animales; amenaza, además, con liberar microorganismos peligrosos y posibles emisiones del carbono que se encontraban en su interior y que lleva congelado miles de años.

El permafrost se trata de una capa de subsuelo de la corteza terrestre que se encuentra congelada de manera permanente -de ahí su nombre- en algunas de las regiones más frías del mundo.

Está debajo de una franja más delgada de vegetación y tierra, que los expertos llaman «capa activa», que se congela cuando tiene nieve o hielo encima y se descongela cuando hace más calor.

Esa capa protege al permafrost, que está compuesto de tierra, rocas, arena y materia orgánica (restos de plantas y animales), unidos por hielo.

Es en esos restos orgánicos donde está capturado el carbono que, congelado bajo tierra es inofensivo, pero de ser liberado en vastas cantidades podría convertirse en una de las principales fuentes de contaminación del planeta.

Este permafrost más antiguo, que tiene cientos de miles de años, es el más grueso y profundo, y puede llegar a extender hasta 1.500 metros bajo la superficie.

En cambio, el permafrost más reciente suele tener apenas unos centímetros de profundidad.

Esa capa de suelo bajo la superficie de la Tierra que ha permanecido congelada ininterrumpidamente durante al menos dos años consecutivos y, en la mayoría de los casos, durante cientos o miles de años. Se extiende por una cuarta parte del hemisferio norte, incluyendo muchas regiones que no están cubiertas de nieve.

Se concentra principalmente en la región del Ártico, en particular en partes de Rusia (Siberia), Estados Unidos (Alaska), Canadá y Dinamarca (Groenlandia), donde la gente, en su mayoría comunidades indígenas, ha vivido, trabajado y cazado durante cientos de años.

El deshielo de este suelo congelado bajo la superficie que cubre unos 23 millones de metros cuadrados del norte de nuestro planeta es apenas visible para el ojo humano, pero sus efectos no lo son.

Las carreteras, las casas, los oleoductos, incluso las instalaciones militares y otras infraestructuras se están derrumbando o empiezan a ser inestables.

Además del Ártico, también se le encuentra en la meseta tibetana y en regiones de gran altitud, como las Montañas Rocosas.

En el hemisferio sur hay mucho menos permafrost que en el norte, porque hay más océano y menos tierra.

Aunque los científicos sospechan que debe haber tierra congelada debajo de la enorme capa de hielo de la Antártida, es demasiado profunda como para corroborarlo.

Sí se sabe que hay permafrost en las pequeñas secciones del continente blanco donde hay suelo desnudo. También lo hay en las regiones australes más altas, como los Andes, en Sudamérica, y los Alpes del Sur, en Nueva Zelanda.

Como podemos ver los cambios, es devastador el deshielo está provocando que algunos ríos se hundan haciendo más difícil el acceso al agua potable, por lo que muchas comunidades suelen desplazarse por el territorio en invierno a través de los ríos y lagos helados que ya no se congelan lo suficiente para que sean transitables.

Esto no es solo un riesgo para la salud, afecta también el acceso a los alimentos, se trata de un problema con muchas aristas que afecta tanto a los sistemas naturales como a los sociales, esto es una realidad para las personas que viven en el Ártico, y lo es desde hace ya mucho tiempo

El Ártico va a sufrir un calentamiento entre dos y tres veces mayor que la media mundial a lo largo de este siglo. Así que, cuando hablamos de 1, 5º centígrados a nivel mundial, estamos hablando de 3º en el Ártico.

Esto significa que las olas de calor más frecuentes tanto en invierno como en verano, junto con algunos de los que él llama «efectos indirectos», ya están ocurriendo.

Las olas de calor provocan incendios forestales y plagas de insectos. Todo ello debilita los ecosistemas, que simplemente arden. Se vuelven más vulnerables a la defoliación por la infestación de insectos, que tienen efectos en cascada en todo el ecosistema, lo que dificulta que las especies del Ártico puedan subsistir en estos lugares.

A pesar de todo, no se está produciendo una extinción inmediata de las especies del Ártico en muchas áreas porque, al igual que ocurre con algunos asentamientos humanos, estas especies se desplazan más al norte para huir del calentamiento.

Los caribúes que escapan del calor del verano y de estos incendios forestales.

Además, en el mar vemos una toma de posesión completa de los ecosistemas marinos anteriormente árticos por parte de comunidades de peces boreales. Hay efectos visibles en cualquier época, sin embargo, la migración de las especies hacia el norte o, en términos biológicos, los cambios del área de desplazamiento, se ven limitados en algunos lugares como Siberia, donde hay muy pocas islas al norte de la costa.

Hay mucho carbono almacenado en el permafrost, que de momento se encuentra congelado en su interior. Si se descongela, corre el peligro de liberarse en la atmósfera y agravar el cambio climático global.

El material vegetal y animal congelado en el permafrost conocido como carbono orgánico no se descompone ni se pudre. Sin embargo, cuando el permafrost se descongela, los microbios comienzan a corromper el material y liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano.

Se convierte en una especie de suelo orgánico que se ha ido acumulando durante miles y miles de años, por lo que es una reserva de carbono descartada. No forma parte de nuestro ciclo de carbono activo. Es una reserva de carbono fósil que no ha formado parte de nuestro sistema terrestre durante muchos miles de años.

Cuando el permafrost se descongela, también lo hacen las antiguas bacterias y virus del hielo y el suelo. Estos microorganismos podrían enfermar a los seres humanos y a los animales. Según la NASA, los científicos han descubierto microbios de más de 400.000 años en el permafrost descongelado.

No podemos revertir el deshielo del permafrost, ya que no ha comenzado. La clave para evitar lo peor es proponerse grandes metas, incluso en nuestros escenarios más ambiciosos (para reducir las emisiones globales de carbono y el consiguiente calentamiento), vamos a perder probablemente el 25% de la superficie del permafrost; así que parte del carbono que contiene se irá a parar a la atmósfera. Pero esto es mucho mejor que otros escenarios menos ambiciosos que podrían llevarnos a un deshielo del 75, los encargados de la toma de decisiones desconocen en general los efectos a largo plazo de los cambios en la criosfera (zonas congeladas del planeta).

Estos cambios tienen una relación directa con las metas para 2030. El panel de expertos sobre el clima (IPCC) lo dijo claramente: Tenemos que reducir las emisiones en un 50% para 2030 con respecto a los niveles de 2010 si queremos mantenernos por debajo de los 1,5ºC (calentamiento) sin sobrepasar los límites, y la criosfera no nos permite el lujo de sobrepasar los límites.

Desencadenaremos umbrales de deshielo que no se pueden deshacer. Es muy, muy difícil que los glaciares vuelvan a crecer. Es básicamente imposible revertir el permafrost una vez aumentan las temperaturas.

Si disminuimos las emisiones y las tasas de calentamiento, también reduciremos las tasas de deshielo y la subida del nivel del mar, al tiempo que se da más tiempo y métodos a las personas para adaptarse.

Tenemos que tomar ahora decisiones urgentes cuando planificamos las infraestructuras, las ciudades, etc., y podemos hacerlo en las partes del mundo que cuentan con ayuda técnica y financiación… Otras necesitan ayuda internacional para la financiación de la adaptación.

Los científicos piden que se dedique un día completo al tema durante la próxima ronda de conversaciones sobre el clima, en la próxima conferencia de la ONU, la COP27; un diálogo dedicado a la criosfera, con el fin de debatir los impactos y las consecuencias del cambio del paisaje con todos los líderes del mundo.

El deshielo de la criosfera y sus efectos en las regiones polares son una señal de advertencia. No, en este momento ya no son un aviso, sino que son causantes del cambio climático y de sus repercusiones a nivel mundial.

Recuerda también que el en preámbulo del texto final de la COP26 dice que se debe garantizar la integridad de los ecosistemas, incluida la criosfera, la posibilidad creciente de conseguir más contribuciones a través del Acuerdo de París, y este paso hacia adelante debe aprovecharse para lograr la reducción del 50% de las emisiones para 2030.

Creo que la buena noticia es que realmente está en nuestras manos. En la COP26 conseguimos algunos avances en materia de buena gobernanza mundial. No todo es un desastre, pero debemos encontrar la manera de traducirlo en medidas urgentes. Y esa es la clave de la crisis de la criosfera.

El permafrost podría retroceder «significativamente» si no se reducen las emisiones de CO2, la temperatura anual media en el Ártico subió 3,1 grados en los últimos cincuenta años, en lugar de un grado para el conjunto del planeta, el permafrost ha alcanzado un punto de no retorno, un temido momento hacia una desaparición lenta y completa en la que la liberación de gases es ineluctable y el cambio del ecosistema se vuelve irreversible.

Los científicos se preocupan, por ejemplo, de ver la selva amazónica transformarse en sabana o los casquetes glaciares de Groenlandia y la Antártida desaparecer por completo. Si todo el carbono congelado se escapase triplicaría la concentración (de ese gas) en la atmósfera.

Como diplomático y CEO, presidente fundador del Congreso Mundial de Medio Ambiente y del Congreso Mundial de Ecoturismo, hago un llamado urgente a todas y todos los sectores que están involucrados en este mundo que tiene que ver con el ecosistema a unirnos para hacer frente a la presente situación, los ecosistemas ya están fuera de control para el hombre, modificar nuestro modo de vida para que caigan las emisiones, será el inicio de un proceso de adaptación a un clima que va a volverse más cálido durante mucho tiempo.

Share.

Leave A Reply

Exit mobile version