Después de la derrota, la más abultada sufrida por Brasil durante su participación en las veinte ediciones de los mundiales y calificada como «vergonzosa» por la mayoría de la prensa, algunas personas causaron violencia y confusión.

En Belo Horizonte, donde se disputó el partido, el bohemio barrio de Savassi, el más visitado por los turistas con un promedio de 25.000 personas en sus bares y calles, se sucedieron peleas callejeras que terminaron con doce detenidos.

Dentro del estadio hubo desmanes y varias personas que intentaron destruir parte del patrimonio público debieron ser expulsadas del recinto deportivo y custodiadas por la Policía hasta la salida, según las autoridades.

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