La llaman “la tercera capital de Rusia”, detrás de Moscú y San Petersburgo. Aunque Sochi tiene 400.000 habitantes, suele duplicar esa cifra todos los veranos con la llegada de ocasionales habitantes. El presidente Vladimir Putin es uno de ellos: instala allí su gabinete, atiende asuntos de Estado, recibe visitas oficiales. Pero, a un costo real que es todavía una incógnita, Sochi encarna también el gran sueño del líder del Kremlin: mostrarle al mundo que Rusia ha recuperado su prestigio de gran potencia y desafiar a sus enemigos separatistas que rodean la zona donde, desde el próximo viernes, se inaugurarán los Juegos Olímpicos de Invierno, los más caros y vigilados de la historia.

La ciudad se encuentra a orillas del mar Negro y rodeada por la cordillera del Cáucaso, en una de las zonas más explosivas de Rusia. Abajo, junto al mar, el clima es templado. Arriba, en las montañas, hay nieves eternas y glaciares. Los Juegos unen ambos entornos. Hasta su finalización, el 23 de febrero, Sochi recibirá a 2.600 atletas de 82 países para 98 pruebas de 15 disciplinas, junto a 25.000 voluntarios y 13.000 periodistas.

Para construir el sueño olímpico de Putin hubo expropiaciones y enormes negocios inmobiliarios en donde, según las críticas de la oposición, intervinieron los amigos oligarcas del poder y varios grupos económicos locales. Los ecologistas, a su vez, denunciaron graves daños al ecosistema del lugar tras la construcción de la villa olímpica y el gran estadio Fisht, con capacidad para 40.000 espectadores, que será la sede inaugural y de clausura de los Juegos.

Inicialmente, el Kremlin había calculado que las Olimpíadas costarían US$ 11.000 millones. Sin embargo, en el presupuesto de febrero de 2013 la cifra había aumentado a US$ 48.000 millones y se supone que sobrepasará finalmente los US$50.000 millones.

Los críticos atribuyeron los costos por las nubes a maniobras de corrupción y malversación, lo que fue negado categóricamente por Putin. Con un gasto estimado de 20.000 millones de dólares, los Juegos de Invierno de Nagano 1998 se consideran los más caros de la historia. Londres (2012) costó US$ 10.000 millones, mil más que Barcelona (1992).

“Para Putin los Juegos de Sochi eran una cuestión de orgullo, un triunfo y el cénit de su poder. Pero ha resultado que no es un festival de salud, fuerza y amistad, sino de robo y corrupción”, señala Borís Nemtsov, un líder opositor que fue vicejefe del Gobierno de Rusia y candidato a la alcaldía de Sochi en 2009.

Los Juegos se producen en un momento delicado. El Kremlin busca mejorar la imagen internacional de Rusia, empalidecida por casos de opresión interna a la disidencia y denuncias de violaciones a los derechos humanos. Varios líderes mundiales no asistirán a la inauguración, entre ellos, Barack Obama, François Hollande, Angela Merkel y el británico David Cameron.

Pese al faltazo, Putin intenta igualmente sellar el protagonismo internacional de su país –ganado en parte gracias a una pérdida de influencia cada vez más notable de EE.UU.– en varias arenas, como la guerra en Siria, el conflicto por el plan nuclear de Irán y, últimamente, la disputa interna en Ucrania, un viejo país de la órbita soviética dividido entre una población prorrusa y vastos sectores que quieren integrarse a la Unión Europea.

Pero el punto clave en este proyecto olímpico de Putin parece residir en el lugar elegido. El líder del Kremlin apuntó a Sochi –en el corazón del Cáucaso, donde se sienten aún las secuelas de las dos guerras de Chechenia y de otros conflictos étnicos– como un abierto desafío a los separatismos que desafían su poder. Hay grandes temores en capitales de Occidente de que haya atentados en las Olimpíadas. En diciembre, grupos separatistas islámicos atacaron dos veces en la cercana Volgogrado con un saldo de 32 muertos y advirtieron que los Juegos eran un blanco.

Sochi será desde el viernes la ciudad más vigilada del planeta con dos policías por esquina. Por primera vez en la historia, todos los espectadores de los Juegos –rusos o extranjeros– serán registrados con nombre y apellido por la policía. Putin blindó la zona con casi 40 mil hombres, entre policías y militares. Según Michael McCaul, presidente de la comisión de Seguridad Interior del Congreso de Estados Unidos, tras una visita a la villa olímpica estimó en 100 mil los hombres movilizados.

Fuente: Clarín

Share.

Leave A Reply

Exit mobile version