Cada año, se registran más de 200.000 terremotos en nuestro planeta, aunque, según estimaciones, se producen varios millones. Muchos pasan inadvertidos porque son demasiado leves para que podamos sentirlos, o porque ocurren en zonas remotas que no están monitoreadas.

Otros, como los que se produjeron el lunes Turquía y Siria (el primero de 7,8 de magnitud y el segundo, unas 12 horas después, de 7,5 de magnitud) causan numerosas víctimas fatales y hacen colapsar edificios enteros.

Construir casas y edificios a prueba de sismos es, obviamente, la mejor estrategia para evitar tanto pérdidas humanas como materiales. Evacuar con antelación las zonas que se verán afectadas —como en el caso de un huracán— también contribuiría en este sentido.

Sin embargo, esto último no puede hacerse —salvo algunos minutos antes—, ya que, los sismos, son imposibles de predecir.

¿Por qué? ¿Qué tienen los movimientos telúricos para que los científicos no puedan decir con certeza cuándo ocurrirán?

Tamaño de la falla

Lo que sí al menos pueden saber los expertos es dónde hay probabilidades de que se produzca un terremoto de gran intensidad, «ya que estos tienen relación con el tamaño de la falla», aclara Luckett.

No obstante, esto no contribuye a predecir cuál será la intensidad de un terremoto, ya quela presión puede ser liberada en una serie de sismos pequeños o en un terremoto grande.

En el caso del evento que causó daños en Turquía y Siria, fueron dos fuertes temblores seguidos.

Ley física

La mayoría de los terremotos se producen por la liberación repentina de la tensión en la corteza terrestre.

Esta tensión se va acumulando gradualmente debido a los movimientos tectónicos, normalmente a lo largo de una falla geológica, explica en su página la Sociedad Geológica de Reino Unido.

Pero resulta imposible predecir cuándo ocurrirá, «básicamente por la forma en que se libera ese estrés», le explica a BBC Mundo Richard Luckett, sismólogo del British Geological Survey.

«Sabemos que la tensión se está acumulando en las grandes fallas y sabemos dónde están estas, pero no tenemos modo de saber en qué momento la van a liberar», dice.

Para ayudarnos a entender el problema, Luckett utiliza el ejemplo de un experimento que normalmente suele hacer para explicar este fenómeno a los niños.

«Si pones un ladrillo sobre un trozo de papel de lija y lentamente retiras el papel con un resorte, el ladrillo se moverá. Puedes repetir este experimento 10 veces, y aunque apliques todas las veces la misma fuerza, verás que el ladrillo se moverá repentinamente después de distintos intervalos de tiempo», dice Luckett.

«En términos físicos es completamente impredecible«.

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