Funcionarios humanitarios de Naciones Unidas han descrito la magnitud de la destrucción causada por el tifón Haiyán en Filipinas como sin precedentes.

La ONU estima que 10.000 personas murieron por la tormenta, una de las más potentes de la historia, y más de 600.000 se vieron forzadas a abandonar sus hogares.

Sin embargo, las agencias de ayuda advierten que todavía hay muchas áreas aisladas, por lo que es imposible ver el real alcance de la devastación.

Más de tres días después de que el tifón azotara el centro de Filipinas, muchos sobrevivientes no tienen comida, refugio o agua potable.

El presidente filipino, Benigno Aquino, ha declarado estado de calamidad nacional para acelerar la operación de ayuda y controlar el precio de los productos básicos.

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