Los niños no nacidos y los ancianos "no se pueden descartar", dijo hoy el papa Francisco, un día después de sus históricas declaraciones de apertura en las que pidió misericordia para las mujeres que abortan, así como para los divorciados y los homosexuales.
 
"Cada niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro del Señor, que aun antes de nacer y después apenas nacido, experimentó el rechazo del mundo. Y cada anciano, aun si está enfermo o en el fin de sus días, lleva en sí el rostro de Cristo. No se pueden descartar", sostuvo Francisco durante un discurso a los ginecólogos católicos a quienes recibió en audiencia.
 
"Las cosas tienen un precio y son vendibles, pero las personas tienen una dignidad, valen más que las cosas y no tienen precio. Por ello la atención a la vida humana en su totalidad se convirtió en los últimos tiempos en una verdadera prioridad del magisterio de la Iglesia, particularmente a esa mayoría indefensa, o sea, el discapacitado, el enfermo, el niño no nacido, el niño, el anciano".
 
En una entrevista conocida ayer que el Papa le otorgó al sacerdote Antonio Spadaro, director de la histórica publicación de la Compañía de Jesús Civiltá Cattolica, Francisco pidió “misericordia” para la mujer que abortó y que “está sinceramente arrepentida”, porque “le pesa enormemente”. Es más, señaló que la mujer debe tener un rol más activo en la institución católica. “Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Temo la solución del ‘machismo con faldas’, porque la mujer tiene una estructura diferente del varón. Pero los discursos que oigo sobre el rol de la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista”. “Las mujeres –subrayó– están formulando cuestiones profundas que debemos afrontar. La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña. La mujer es indispensable para la Iglesia”.
 
A lo largo de la entrevista que se realizó durante tres días de agosto en la residencia de Santa Marta, el pontífice pidió tener la misma disposición hacia divorciados y homosexuales. Cuando era arzobispo de Buenos Aires, narró, solía recibir cartas de personas homosexuales: “Son heridos sociales, me contaban que sentían que la Iglesia siempre los había condenado.
 
 
 
Fuente: Agencias
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