COCHABAMBA, Bolivia (AP) — En la ciudad boliviana de Cochabamba se repite una escena cada mañana: largas filas de personas que esperan comprar dióxido de cloro para ingerirlo con la esperanza de combatir el nuevo coronavirus.

El uso de este compuesto químico desató una controversia política en el país. Mientras que el gobierno interino de Jeanine Áñez lo desaconseja al igual que organismos internacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), simpatizantes del expresidente Evo Morales que actualmente controlan el poder legislativo lo promueven.

Según la OPS, el dióxido de cloro es un gas de color amarillo-rojizo utilizado como blanqueador que al mezclarse en agua genera iones clorito. Ambas especies químicas son altamente reactivas, por lo que tiene capacidad de eliminar bacterias y otros microorganismos en medios acuosos. Sin embargo, el organismo no recomienda utilizar ningún producto a base de este compuesto bajo ninguna circunstancia —trátese de pacientes contagiados o no— porque no hay evidencia sobre su eficacia y su ingesta o inhalación podría ocasionar graves efectos adversos.

Por su parte, la FDA lo cataloga como un desinfectante que puede dañar la salud y advirtió por primera vez sobre su consumo en 2010.

La gente de Cochabamba ha acudido a este producto en medio de la desesperación de saberse en una de las ciudades más castigadas por el COVID-19.

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