Wilmington, Carolina del Norte – El número de muertes relacionadas con el paso del huracán Florence por la costa sureste de Estados Unidos aumentó a 18 con el fallecimiento de un bebé después de que un árbol cayese sobre su casa, informan hoy medios locales.

Mientras, las inundaciones catastróficas a causa de Florence se propagaban el domingo por las Carolinas, donde los caminos a Wilmington quedaron inutilizables debido a un enorme diluvio mientras corrientes cenagosas de ríos anegaban vecindarios completos tierra dentro a millas de la costa.

“El peligro para la vida aumenta con las corrientes”, declaró el gobernador Roy Cooper.

Según informó el comisionado del condado de Gaston, en Carolina del Norte, el último fallecimiento fue el del bebé de tres meses. Este no pudo superar las heridas sufridas cuando un pino se derrumbó sobre la casa móvil familiar en la tarde del domingo.

Esta es la segunda muerte de un niño pequeño a causa de Florence, después de que el viernes falleciese otro, junto con su madre, cuando otro árbol cayó sobre su vivienda en Wilmington, ciudad cercana a donde el ojo de Florence tocó tierra como huracán de categoría 1 y vientos de 90 millas por hora.

El domingo fallecieron además otras tres personas en el mismo número de accidentes de carretera debido a las malas condiciones meteorológicas o de la vía producidas por Florence, según autoridades locales.

El sábado, cuando el balance de víctimas era todavía de 5 muertos, el presidente Donald Trump mostró a través de Twitter su «más profunda empatía y cariño» a las familias y allegados de los fallecidos.

Hoy, la tormenta continuaba su desplazamiento hacia el noreste, donde descargó desde el viernes más de 30 pulgadas de lluvia en diversos lugares, lo que aumentó los temores de que ocurran inundaciones históricas. Las autoridades ordenaron a decenas de miles de personas que abandonen sus comunidades próximas a ríos cuyos caudales suben de nivel rápidamente entre pronósticos de que se desbordarán los ríos Cape Fear, Little River, Lumber, Waccamaw y Pee Dee.

Inundaciones en la costa este de EEUU tras paso de Florence
El riesgo de inundaciones «catastróficas» permanece elevado el sábado por el paso de la tormenta tropical Florence, que se ha cobrado la vida de varias personas en la costa atlántica de Estados Unidos y avanza lentamente con fuertes precipitaciones.
En Wilmington, cuyas arterias para llegar o salir de la ciudad están anegadas y los arroyos continúan aumentando de altura, los habitantes esperaron durante horas afuera de tiendas y restaurantes para adquirir productos básicos como agua. La policía vigilaba la entrada de una tienda en la que sólo se permitía el acceso de 10 personas a la vez.

Woody White, presidente de la junta de comisionados del condado New Hanover, dijo que las autoridades tenían previsto transportar por aire alimentos y agua a la ciudad, de casi 120,000 habitantes.

“Nuestros caminos están inundados”, apuntó. “No hay acceso a Wilmington”.

A unas 70 millas de distancia de la costa, los habitantes próximos al río Lumber subían directamente de sus casas a embarcaciones que flotaban frente a sus patios; según pronósticos, la escena podría repetirse en localidades ubicadas tierra dentro a 400 kilómetros (250 millas) de la costa debido al aumento del nivel de las aguas de los ríos en los próximos días.

Aunque se degradó durante la noche a depresión tropical, Florence conservaba sus enormes dimensiones. Sin embargo, mientras las imágenes de radar mostraban partes de la tormenta sobre seis estados del sureste y los temores de inundaciones se propagaban en Virginia y Virginia Occidental, Carolina del Norte y Carolina continuaban en la mira del fenómeno climático.

Al otro lado del mundo, en tanto, el tifón Mangkhut tocó tierra el domingo en el sur de China después de azotar Filipinas con ventarrones y aguaceros que dejaron decenas de muertos. Más de 2.4 millones de personas desalojaron sus viviendas en la provincia de Guangdong, en el sur de China, antes de la llegada del gigantesco tifón, el más fuerte que afecta la región en casi dos décadas.

Fuente: El Nuevo Día

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