El ácido que tiene la bebida puede dañar nuestros dientes, según informa ‘The Conversation‘. Su capa externa, el esmalte dental, es el tejido más duro del cuerpo. Está hecho de un mineral llamado hidroxiapatita que contiene calcio y fosfato.

La saliva es principalmente agua, pero también contiene calcio y fosfato. Normalmente hay un equilibrio entre los minerales de los dientes y los de la saliva, pero el ácido carbónico de las bebidas gaseosas podría cambiarlo.

La desmineralización crea pequeños poros en el mineral del diente y, cuando esto sucede, el esmalte comienza a disolverse. Al principio estos poros son microscópicos y se pueden tapar volviendo a poner calcio, fosfato o floruro (que se encuentra en la pasta de dientes y que sirve para protegerlos), pero una vez que la cantidad de mineral dental perdido alcanza un cierto nivel, los poros ya no se pueden tapar y el tejido dental se pierde para siempre.

Si los dientes se ‘bañan’ con frecuencia en el ácido que contienen las bebidas con gas, se pueden disolver más minerales de los que podrían remplazarse o taparse, por lo que existiría un mayor riesgo de desgaste o erosión.

El agua mineral

Es probable que hayas leído en más de una ocasión que el agua con gas es recomendable si quieres perder peso. La razón que alegan los que lo defienden es que su ingesta no aporta calorías, pero si da mayor saciedad al agregar gas al estómago. Sin embargo, la profesora de Nutrición en la Universidad de Dundee, Suzanne Zaremba, advierte que no existe evidencia científica sólida que sugiera que beber agua con gas te haga sentir más lleno o que disminuya el apetito.

«Es cierto que tomar agua carbonatada puede llenar tu estómago y te hará eructar, pero no permanecerá más tiempo que la que no tiene gas», cuenta. Tampoco hay diferencia si la bebida se ingiere con alimentos y comidas. «Científicamente es difícil medir el hambre y la saciedad, los estudios que han sacado conclusiones se basan en buena medida en los sentimientos personales de cada uno», añade. Se aconseja beber en general entre seis y ocho vasos de líquido por día, que no siempre tienen que ser agua pues también pueden incluirse otras opciones saludables como el té, el café o la leche.

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