La atrofia vulvovaginal, o síndrome genitourinario de la menopausia (SGM), provocada por la caída de los estrógenos durante la menopausia, es la causa principal del dolor coital en esta etapa de la vida. Sin embargo, no hay que normalizar esta situación, hay soluciones. Ginecólogos y matronas aconsejan consultar ante los primeros síntomas y advierten de que lo que marca el éxito del tratamiento es la constancia y no renunciar a las relaciones sexuales.
La coitalgia, que es como se denomina el dolor durante la penetración o el coito, o la dispareunia, el término que se utiliza para cuando existen molestias sin llegar a ser un dolor incapacitante, son problemas más frecuentes de lo que parece y uno de los motivos por los que las mujeres acuden a la consulta de la matrona, según la vicepresidenta de la Asociación Española de Matronas, Isabel Castelló: “Las mujeres que ya nos conocen porque acuden para las citologías u otro tipo de consultas, comentan sin problema cuando sufren dolor coital. Evidentemente, hay que crear un clima de calidez y confianza para establecer una buena relación entre profesional y usuaria del sistema sanitario”.
¿Por qué está relacionado con la menopausia? La respuesta a esta pregunta apunta a los estrógenos, que son los responsables de mantener la vagina húmeda y flexible, así como toda la piel en general. “A nivel genital la mucosa se hace más fina, la vagina pierde flexibilidad y lubricación, y existe más tendencia a las lesiones”, explica Herminda Gil, ginecóloga del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac).
Es lo que se conoce como atrofia vaginal o síndrome genitourinario de la menopausia (SGM). Puede producir ardor, irritación y dolor con las relaciones sexuales. Como la vejiga y la uretra también se ven afectadas por los niveles bajos de estrógenos, la mujer puede experimentar dolor al orinar y frecuencia urinaria. Son síntomas que forman parte del síndrome genitourinario, que incluye además infecciones urinarias y vaginales frecuentes.
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La ginecóloga coincide en que se trata de una afección habitual durante la menopausia: “Las encuestas indican que entre el 30% y el 65% de estas mujeres padecen el síndrome genitourinario y de todos los síntomas es la dispareunia el que dicen que afecta más a su calidad de vida”.
Calidad sexual a cualquier edad
Sin embargo, Herminda Gil señala que muchas veces no consultan “por vergüenza o porque consideran que es normal”. Y en este punto llegamos al primer mensaje que tanto la ginecóloga del Chuac como la vicepresidenta de la Asociación Española de Matronas concuerdan en lanzar a todas las mujeres que sufren dolor coital y que se resume en que la calidad sexual no es patrimonio de ninguna edad.
“Interiorizan que es normal el dolor, pero no es así. No es normal dejar de tener relaciones sexuales. No existen fórmulas mágicas, pero hay tratamientos que funcionan”, asevera Gil. “Aunque es un tema muy relacionado con la disminución de las hormonas femeninas, uno de los signos de la menopausia, no tiene por qué estar normalizado, como tampoco deben de estarlo los problemas de incontinencia urinaria. Las mujeres deben tener calidad en su salud sexual, afectiva, social, etc., independientemente de la edad””, insiste Isabel Castelló.
Ambas expertas recomiendan acudir a la matrona, al médico de familia o al ginecólogo desde el momento en que el dolor coital y la sequedad pasa a ser un problema que interfiere en la vida sexual femenina y de sus relaciones de pareja. El tratamiento ha de ser específico e indicado para cada caso. Es fundamental saber la causa del problema y eso pasa por un buen diagnóstico diferencial.
Hidratantes y cambios conductuales
Los lubricantes y cremas hidratantes, junto con algunos cambios conductuales o de hábitos de vida, constituyen la primera línea de tratamiento. Los productos hidratantes deben ser de base acuosa y tener baja osmolaridad. En cuanto a las medidas generales, es capital no renunciar al sexo: “Es importante decir que lo que marca el éxito del tratamiento es seguir teniendo relaciones sexuales. La falta de tratamiento y del acto sexual empeoran la atrofia”, afirma Herminda Gil.
Evitar el tabaco y un buen control del peso son algunas medidas generales que ayudan: “El sobrepeso o la obesidad y el tabaco empeoran mucho la atrofia”, destaca la ginecóloga, que aconseja ejercicios del suelo pélvico y el deporte moderado. También son perjudiciales los geles íntimos en la vagina, los lavados intensivos, la ropa interior con fibra (lycras), el uso de compresas o salvaslips de materiales irritantes o la ropa muy ajustada sobre la vulva.
Isabel Castelló recomienda los geles de pH neutro, ropa interior de algodón y una alimentación equilibrada y saludable, “con incremento de alimentos ricos en algunos nutrientes como las nueces, ricas en vitamina E, u otros productos con aporte de isoflavonas o soja”.
El tratamiento hormonal local es seguro
Si todo esto no funciona, hay que pasar al siguiente escalón, donde están los estrógenos locales u otras hormonas, que se utilizan a nivel vaginal en crema, óvulos, comprimidos e incluso anillos. Con respecto a la mala fama que persigue al tratamiento hormonal, Herminda Gil matiza que las dosis a nivel local son bajas y la absorción sistémica es reducida: “No hay ensayos clínicos que hayan visto riesgos cardiovasculares o de sufrir tumores hormonodependientes, aunque lo pongan los prospectos”. Sólo está contraindicado si hay un cáncer de mama activo o un tumor hormonosensible.
Otra alternativa es el ospemifeno, el primer tratamiento oral no hormonal para la atrofia vulvovaginal. Está dirigido a aquellas mujeres posmenopáusicas que no pueden recibir la terapia convencional de estrógenos locales debido a que no reúnen las condiciones adecuadas para ellos y se puede utilizar en mujeres que han padecido cáncer de mama y han terminado los tratamientos adicionales.
En los últimos años se está introduciendo la terapia regenerativa con láser y radiofrecuencia, aunque no está disponible en la sanidad pública. Gil señala que los estudios iniciales indican que es una vía prometedora pero matiza que todavía no existe evidencia científica suficiente para una recomendación rotunda.
Constancia y determinar el motivo
En cualquiera de los casos, es esencial la constancia en el tratamiento que prescribe el profesional, un hándicap a la hora de abordar la atrofia y el dolor. En este sentido, Isabel Castelló introduce otro condicionante que puede determinar el éxito de la intervención terapéutica : “La falta de constancia es en sí misma otro signo a valorar por el profesional, hay que saber el motivo”.
Esta matrona va más allá de la afección física que provoca la pérdida de estrógenos y alude a la presencia de problemas añadidos relacionados con la relación de pareja: “La mujer debe hablar con su matrona o ginecólogo porque a lo mejor el trasfondo es otro y lo tiene que abordar otro especialista, un psicólogo o un sexólogo”. Castelló apunta que determinadas actitudes pueden responder a la voluntad de evitar “relaciones sexuales nefastas que la mujer ha asumido hasta la fecha como una obligación”.
Con información de CuidatePlus