Entre el olvido y la miseria de un barrio de Bayaguana transcurre la vida de la viuda e hijas del precursor de los derechos de la clase obrera Mauricio Báez.
El reloj marcaba las 12 del medio día y María Onelia Mieses mejor conocida como Sirita, esperaba serena en su remendada mecedora el arrocito con habichuelas que le serviría su hija Patricia. Entre sollozos arribaron a su mente los recuerdos de días peores.
Es la viuda del emblemático defensor de la clase obrera dominicana Mauricio Báez, asesinado por el dictador Trujillo, quien no conforme también quitó la vida a sus hijos Pedro y Federico.
Con humilde dulzura dice tener 107 años mal contados. Vive en una casa a medio terminar que le construyó un empresario. Hace poco pagaba 4 mil pesos de alquiler, de 17 mil pesos de pensión que recibe desde el gobierno de Hipólito Mejía, pero que ahora no le alcanzan para ella, la hija que la cuida y un hijo de ésta incapacitado física y mentalmente.
Su hija Patricia Mueses recuerda con tristeza las limitaciones que tuvieron ella y su hermana Olga para estudiar, cuando tuvieron que salir huyendo junto a su madre. En todos los lugares las rechazaban por ser hijas de Mauricio, a tal punto que tuvieron que cambiarse el apellido. Trabajó 28 años como conserje en una escuela pública pero fue despendida sin una pensión.
La inconformidad la embarga. Considera que el sacrificio de su padre no ha sido valorado.
Sostiene que ningún funcionario se ha interesado por su situación.