Un equipo de investigadores de la Universidad William & Mary (EE UU) ha encontrado restos del isótopo radiactivo cesio-137 en muestras de miel procedentes de distintas localidades de EE UU.

El cesio-137 es un subproducto de la fisión nuclear de uranio y plutonio procedente, al igual que otros isótopos presentes actualmente en la atmósfera, de las pruebas nucleares realizadas en los años 50 y 60 en el marco de la Guerra Fría.

Los autores del trabajo, que se publica en la revista Nature Communications, encontraron rastros del isótopo radiactivo en 68 de las 122 muestras analizadas. Además, la proporción de cesio-137 era muy variable entre muestras. El motivo de estas diferencias se encuentra, según los científicos, en la química del suelo: la miel con restos de cesio provenía de suelos con bajo contenido en potasio.

“El potasio es un nutriente muy importante para las plantas”, explica Jim Kaste, profesor asociado de Geología y autor principal del trabajo. “Y resulta que los átomos del cesio y del potasio son muy similares”. Según su hipótesis, en los suelos con bajo contenido en el preciado nutriente, las plantas absorben lo que sería más parecido, en este caso el cesio-137, que llegaría a las abejas a través del néctar de las flores. Además, en el proceso de elaboración de la miel las abejas biomagnificarían el cesio, resultando en niveles inusualmente altos en comparación con las trazas que se encuentran en otros alimentos.

No hay riesgo para la salud

Los autores han insistido en que los niveles de cesio-137 encontrados en la miel se encuentran muy por debajo de los límites que establecen las autoridades sanitarias para considerarlo peligrosos para la salud y retirarlo del mercado. “No le estamos diciendo a la gente que no coma miel, yo de hecho como más miel desde que empecé con este proyecto”, explica el investigador.

El cesio-137 tiene una vida media de alrededor de 30 años y sigue siendo la forma dominante de contaminación por radiación ionizante en el medio ambiente incluso 60 años después del fin de las pruebas nucleares. Durante mucho tiempo, la infiltración de cesio-137 en la dieta humana ha sido motivo de preocupación, y en los años 80 se hicieron muchos estudios para determinar los niveles aptos para el consumo. Por ejemplo, en muchas muestras de leche se detectaron niveles de cesio-137 mucho  más elevados que los hallados en las muestras de miel del presente trabajo, y nunca se retiraron del mercado por considerarse límites seguros.

¿Un problema para los insectos?

Aunque las trazas de isótopos radiactivos que persisten en el ambiente no supongan un riesgo para la salud humana, los insectos podrían ser otra cuestión. “Lo que vemos hoy es solo una pequeña fracción de la radiación que estaba presente durante las décadas de 1960 y 1970”, explican los científicos. «Y no podemos decir con certeza si el cesio-137 tiene algo que ver con la disminución de las poblaciones de abejas».

Kaste espera que su trabajo sirva de ejemplo de la larga vida de los contaminantes ambientales, particularmente de las formas, a menudo impredecibles, en que los contaminantes pueden circular por el medio ambiente. El cesio-137, explica, es un «contaminante heredado», que permanece con nosotros a medida que la desintegración nuclear reduce a la mitad su presencia cada tres décadas.

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