LONDRES (AP) — En las desesperadas llamadas y mensajes de voz que le hacen, Khalida Popal puede escuchar la angustia y el llanto entre las súplicas de ayuda.
Las jugadoras del equipo nacional femenil de Afganistán a cuya formación contribuyó Popal, ahora temen por sus vidas porque los talibanes han recuperado el control del país después de dos décadas.
Cuando la llaman, Popal sólo puede aconsejarles que huyan de sus casas, de los vecinos que saben que son pioneras del deporte, e intenten borrar su historial, en particular su activismo contra el Talibán, el cual ha comenzado a restablecer el Emirato Islámico de Afganistán.